Nuestro saludo es:
«Alabado sea Cristo Resucitado», a los cual contestamos: «Ahora y siempre».
El fin de las Misioneras de Cristo Resucitado es ser signo de la Certeza de la Resurrección, viviendo en Obediencia, Pobreza y Castidad, en un amor preferencial por los pobres, viviendo el Evangelio, buscando siempre el desarrollo integral de sus miembros y viviendo en una auténtica vida de fraternidad.