El enfermo, amor al que sufre
- Ago
- 18
Es el lugar donde se cruza el diálogo amoroso de cada Misionera que se encuentra en formación con su Señor, que está real y verdaderamente presente en el hombre que sufre, es impresionante el ritual que se lleva todas las mañanas en este encuentro, “es la liturgia con el encuentro del Dios Vivo”. Es esa prolongación de la Lectio Divina que todos los días tienen. Es así, fuente y culmen del encuentro con él “Jesucristo”.
Se le contempla a través de esos ojos llorosos, de esas manos temblorosas o de ese rostro pálido, triste, desesperanzado, amenazado por la muerte, por la enfermedad, la adicción, su historia, la marginación, rechazo social, familiar.
Ese hombre se encuentra con Cristo a través de cada Misionera, que lo asiste, que lo cura, que lo carga, que le consuela y que con un lenguaje no verbal le revela el Amor de Dios y su Misericordia.
Pedagogía Divina
Para la Madre Bertha todo era pedagogía divina, todo era providencia divina todo era misericordia divina, para ella todo era presencia del Dios vivo presencia de Jesucristo entre los que más ama.
Para ella la certidumbre de la presencia de Jesucristo en su ser era su fuerza, su fortaleza, su alegría Jesucristo “que habita en el corazón del ser humano, se mueve en él y hace cosas inimaginable si él mismo se lo permite, sería el mismo Jesús quien se anida en su ser, su gran compañero, su amigo, su Señor, su esposo, su amo, su todo.
Es así como con alegría decide consagrar su vida totalmente a la humanidad por amor a Jesucristo convirtiéndose en portadora del Dios vivo.
Hoy en día después de 22 años podemos leer lo que un día Dios inició, bendijo, quiere y seguirá bendiciendo hasta el día de hoy, el plan de Dios iba por más.
Con serenidad y certeza y esbozando una sonrisa sabiendo que éste proyecto no era humano era un proyecto divino, diría la Madre:
“un proyecto querido por Dios, amado por Jesucristo y dirigido por El, lo único que necesita sería las manos para poder obrar y continuar su presencia de amor en el mundo”, así que con la certeza que da la fe, con la tenacidad y fortaleza que da la esperanza y con la pasión que da el amor, la madre Bertha se pone en marcha para que así con esa fe inquebrantable empieza a caminar y como aquel pueblo de Israel donde Dios hizo prodigios para liberarlo de la esclavitud, así Dios se manifestaría para mostrar su amor su misericordia para los que más ama.
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